Con motivo del Día de la Madre, hablamos con Titi Monereo y Clara Cebrian (conocida como Topo), madre e hija unidas por el arte y la libertad creativa. Conversamos sobre contar historias, crear desde la intuición y lo que significa acompañarse en los caminos del arte, cada una con su propio lenguaje.


TOPO
¿En qué momento supiste que el arte iba a ser tu camino? ¿Fue una decisión o algo que simplemente sucedió?
TOPO: La verdad es que todavía no me atrevo a decir con seguridad que soy artista. Es un título que me doy —o me dan— cada día, pero no siento que lo tenga asegurado para siempre. No fue una decisión consciente en absoluto. De hecho, yo no quería dedicarme a esto, pero tampoco se me daban bien muchas otras cosas. Me cuesta madrugar, me cuesta seguir reglas, hago muchas faltas de ortografía y soy bastante desorganizada. El arte fue apareciendo como un modo de estar en el mundo que me resultaba más llevadero, más intuitivo.
¿Cuál ha sido el proyecto o momento que más te ha enseñado sobre ti misma como artista?
TOPO: Ahora mismo estoy haciendo un libro, una especie de recopilación de obra de los últimos años para cerrar un capítulo. Volver a mirar todo desde lejos, con otra perspectiva, me está dando muchas pistas sobre cómo he ido trabajando, qué cosas se repiten sin darme cuenta, en qué momentos me he sentido más libre o más perdida. Es como ver el mapa después de haberte perdido mucho rato.
TOPO: La verdad es que todavía no me atrevo a decir con seguridad que soy artista. Es un título que me doy —o me dan— cada día, pero no siento que lo tenga asegurado para siempre. No fue una decisión consciente en absoluto. De hecho, yo no quería dedicarme a esto, pero tampoco se me daban bien muchas otras cosas. Me cuesta madrugar, me cuesta seguir reglas, hago muchas faltas de ortografía y soy bastante desorganizada. El arte fue apareciendo como un modo de estar en el mundo que me resultaba más llevadero, más intuitivo.
¿Cuál ha sido el proyecto o momento que más te ha enseñado sobre ti misma como artista?
TOPO: Ahora mismo estoy haciendo un libro, una especie de recopilación de obra de los últimos años para cerrar un capítulo. Volver a mirar todo desde lejos, con otra perspectiva, me está dando muchas pistas sobre cómo he ido trabajando, qué cosas se repiten sin darme cuenta, en qué momentos me he sentido más libre o más perdida. Es como ver el mapa después de haberte perdido mucho rato.

Trabajas con muchos formatos distintos: pintura, objetos, incluso música… ¿cómo decides en qué medio expresarte?
TOPO: Pues como puedo, la verdad. Me encanta poder reflejar una misma idea en diferentes formatos, como si cada pieza fuese parte de un universo donde todo habla el mismo idioma. Me divierte más así. Me gusta probar, experimentar… Si tuviera que hacer siempre lo mismo, me aburriría muchísimo. A veces no es tanto una decisión como una necesidad o una intuición: uso lo que tengo a mano y lo que me hace ilusión en ese momento.

¿Qué cosas te ha enseñado tu madre que llevas contigo cada día (dentro o fuera del arte)?
TOPO: Mi madre me enseñó a contar historias. O más bien, me enseñó el gusto por las historias. Cuando era pequeña, cada noche antes de dormir, me contaba un cuento. Yo le decía el título —que siempre era un nombre repetido dos veces— y ella se inventaba una historia entera en el momento.
Si tuvieras que pintar un recuerdo juntas, ¿cuál elegirías y por qué?
TOPO: Elegiría una vez en India, en Kerala, cuando discutimos porque ella quería mandar unas sillas monoblock de plástico —de esas básicas que hay en todas partes— a Madrid para su terraza. El envío costaba como 20 veces más que las sillas. No tenía ningún sentido, y yo me negaba a ayudarla, pero ella insistía en que un objeto barato y común allí podía tener mucho valor en otro contexto. Discutimos muchísimo, y al final le tuve que dar la razón. Las sillas nunca llegaron, aunque pagamos el envío.

TITI
¿Cómo fue tu formación como actriz? ¿Qué cosas de esa etapa te acompañan todavía hoy, cuando creas?
TITI: Pues mi formación como actriz empezó cuando Cristina Rota acababa de llegar a España. Vivía en el Callejón del Gato, en una casa antigua muy graciosa, y allí, en su salón, improvisamos un espacio para aprender con ella. La teníamos de la mañana a la noche. Poco a poco, aquello fue creciendo hasta convertirse en escuela. Éramos un grupo de gente muy entregada, muchos de los cuales han triunfado después, y así fueron pasando los años.
Los últimos años empezaron a llegar algunos profesores ayudantes y el espacio tomó más forma como escuela, que hoy en día es una gran institución. Estuve cinco años con Cristina Rota. Luego dejé el teatro un tiempo, hice algunas cosas teatrales, y después nació Clara, la última de mis tres hijos. Entonces volví a sentir la necesidad de reconectar con el teatro y me fui a estudiar con Juan Carlos Corazza, que acababa de llegar de Argentina de la mano de unos amigos. Empezamos también en un local muy gracioso cerca de Plaza Castilla, y con él estuve tres años más.
Tuve mucha suerte, porque durante todo ese tiempo estuve muy cerca de grandes maestros: primero Cristina, luego Juan Carlos. Y de esa época conservo no solo una formación sólida, sino también grandes amigos y recuerdos muy vivos. Y sobre todo, me acompaña algo esencial: cuando eres actor, eres actor siempre, trabajes o no trabajes. Es una manera de mirar el mundo, una necesidad, un deseo. Eso me sigue acompañando cada vez que creo.
TITI: Pues mi formación como actriz empezó cuando Cristina Rota acababa de llegar a España. Vivía en el Callejón del Gato, en una casa antigua muy graciosa, y allí, en su salón, improvisamos un espacio para aprender con ella. La teníamos de la mañana a la noche. Poco a poco, aquello fue creciendo hasta convertirse en escuela. Éramos un grupo de gente muy entregada, muchos de los cuales han triunfado después, y así fueron pasando los años.
Los últimos años empezaron a llegar algunos profesores ayudantes y el espacio tomó más forma como escuela, que hoy en día es una gran institución. Estuve cinco años con Cristina Rota. Luego dejé el teatro un tiempo, hice algunas cosas teatrales, y después nació Clara, la última de mis tres hijos. Entonces volví a sentir la necesidad de reconectar con el teatro y me fui a estudiar con Juan Carlos Corazza, que acababa de llegar de Argentina de la mano de unos amigos. Empezamos también en un local muy gracioso cerca de Plaza Castilla, y con él estuve tres años más.
Tuve mucha suerte, porque durante todo ese tiempo estuve muy cerca de grandes maestros: primero Cristina, luego Juan Carlos. Y de esa época conservo no solo una formación sólida, sino también grandes amigos y recuerdos muy vivos. Y sobre todo, me acompaña algo esencial: cuando eres actor, eres actor siempre, trabajes o no trabajes. Es una manera de mirar el mundo, una necesidad, un deseo. Eso me sigue acompañando cada vez que creo.


¿En qué momento empezaste a explorar otros lenguajes como la escultura?
TITI: Trabajé mucho tiempo al lado de Carlos Bustamante, justo cuando él empezó a hacer cajas con luz, y fue un gran maestro para mí, muy inspirador. En un momento sentí la necesidad de hacer algo propio, así que me compré un estudio muy pequeñito, justo al lado del suyo, en la Plaza de las Vistillas. Y ahí comencé. Empecé haciendo fuentes, fuentes de agua con escultura... en fin, no sé muy bien cómo definirlo. Escultura con agua, quizás. Estuve bastante tiempo en eso.
¿Cómo ha sido ver a Clara construir su propio camino creativo?
TITI: A Clara siempre la vi como una artista. Desde niña, he guardado muchas de las cosas que hacía entonces, porque ya eran magníficas. Cuando volvió de Londres, después de estudiar allí, he vivido todo su camino creativo con un gran placer. Además, le tengo un profundo respeto. Ha construido su propio camino con muchísima dedicación y compromiso, siempre entregada a sacar fuera todo ese arte que lleva dentro. Para mí, es un honor que sea mi hija.

¿Crees que hay algo común entre lo que tú haces y lo que hace Clara, aunque sean lenguajes distintos?
TITI: No sé, lo he tenido que pensar mucho. Pero si hay algo que tenemos en común, es que a las dos nos gusta crear y somos artistas. Y si tuviera que buscar un punto que realmente nos une, diría que es que no somos perfeccionistas. En esa divina imperfección está justamente ese arte risueño y espontáneo que compartimos, aunque nuestros lenguajes sean distintos.
¿Tenéis espacios donde compartís vuestras ideas, dudas o inspiraciones?
TITI: En algunas ocasiones he acompañado a Clara porque me lo ha pedido, por ejemplo, a alguna exposición que ha hecho fuera. Recuerdo una campaña en la que pintaba en un estudio y luego lo mostraba, como en Grecia o también en Brescia, en Italia, este mismo año. El caso es que dudas, Clara no tiene. Es increíble. Nunca la voy a dudar. Tira para adelante como una flecha. Cuando comparto su arte con ella, simplemente estoy ahí para apoyarla en lo que necesite, sin intentar decir ni hacer nada, porque veo cuán claro lo tiene todo.
