En el universo de Alice Herbst, la realidad se pliega como papel y la imaginación se convierte en una habitación habitable. La artista sueca construye mundos donde el cuerpo es un hilo conductor y la escena, un espejo de lo interior. Entre luces, sombras y objetos moldeados por sus propias manos, Herbst se convierte en personaje y testigo, habitando paisajes que existen a medio camino entre lo real y lo soñado. Su obra es performance, pintura y confesión: un ritual íntimo que revela cómo crear puede ser, a la vez, una forma de recordar, de habitarse y de sanar.

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Tu trabajo fusiona de manera hermosa la performance, el diseño de escenografía y la pintura. ¿Cómo empezaste a crear estos mundos inmersivos donde tú misma escenificas y habitas la escena?
Mi proceso ha ido evolucionando gradualmente a lo largo de muchos años. Al principio trabajaba con pelucas, ropa y algunos objetos pequeños para crear el mundo de mis composiciones, todo con muchas limitaciones de espacio, ya que trabajaba desde casa.
Cuando comencé a crear mis propios objetos, hice un corsé en papel recortado, una crinolina con cinta y hilo, y otras piezas hechas únicamente con los materiales que tenía a mano. Aquella experimentación inicial me llevó a otras ideas, y cuando encontré un estudio adecuado, empecé a llenarlo de materiales y a construir escenografías de mayor escala.
A menudo me incluí en mi trabajo desde el principio, aunque el propósito fue cambiando con el tiempo. Al inicio, dibujaba mis propias posturas de yoga mientras estudiaba anatomía y proporciones. También era una forma de practicar la autoaceptación. Más tarde comencé a usar mi cuerpo y mi rostro para habitar personajes. Posar para mis propias pinturas siempre ha sido una especie de terapia, una elección natural, ya que las historias que cuento son profundamente personales.

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¿Podrías describir tu proceso —desde construir la escenografía y fotografiarte dentro de ella, hasta transformar esa imagen en pintura?
Siempre comienzo con un tema, por ejemplo, un campo de flores. Esa idea inicial me guía mientras elaboro los objetos y el entorno necesarios para crear una atmósfera particular. Me fascina la cantidad de formas distintas en que un solo objeto puede representarse sin depender de su forma “real”.
Una flor, por ejemplo, puede aparecer como un dibujo recortado en papel, una silueta en sombra, un espacio negativo con forma de flor o una fotografía proyectada. Construyo mis escenografías como entornos en capas: luz, proyecciones, sombras, objetos físicos y movimiento. Es cuando combino estos elementos que me acerco lo más posible a mi idea visual.
Mi pareja, que también es artista, fotografía la escenografía terminada, a menudo conmigo posando como uno de los personajes.
La imagen de referencia final con la que trabajo suele tener una cualidad de collage. A menudo deconstruyo varias fotografías tomadas en el set y las combino digitalmente, añadiendo capas adicionales de atmósfera. Cuando luego traduzco la composición al óleo sobre lienzo, puedo explorar la tensión entre el realismo y la abstracción, y agregar otras capas de expresión como la pincelada.
El proceso es largo, y he oído a algunos describirlo como inútil, pero para mí es lo contrario: nunca me he sentido tan conectada al proceso como ahora. Necesito conocer el espacio y la composición íntimamente —haber vivido dentro de ella— para que la pintura se sienta completa.

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Hay una cualidad cinematográfica en tus composiciones, como si fueran fotogramas de una historia en desarrollo. ¿Cómo piensas en la narrativa y el movimiento cuando creas?
Cuando estoy lista para tomar las fotos, convertida en el personaje, exploro el entorno que he construido en la habitación. Puedo ponerme una máscara, tomar flores e interactuar con personajes de cartón, o moverme de forma exagerada, dependiendo de lo que quiera expresar. Me gusta imaginar una historia que se despliega, en la que los personajes reaparecen en nuevas pinturas, regresando con perspectivas cambiadas y nuevas capas de significado.

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Tus pinturas parecen existir entre la realidad y la imaginación, entre lo escenificado y lo espontáneo. ¿Qué esperas que sienta el espectador al encontrarse con ellas?
Me gusta pensar que mis pinturas hablan a los espectadores como si miraran dentro de un espejo. Cada persona trae consigo sus propias experiencias y asociaciones, lo que genera una respuesta personal. Aunque naturalmente tengo mis propias intenciones e ideas detrás de la obra, no pretendo imponer una interpretación fija a nadie, porque eso mata la imaginación. Un tema recurrente para mí es la fragilidad de la mente y la experiencia de navegar un mundo moldeado por otros, pero la forma en que esto se manifiesta en las pinturas —y la manera en que se entiende— depende por completo de la imaginación del espectador.
Desde que comencé a compartir todo mi proceso creativo de principio a fin en formato de video, he empezado a ver mi práctica como una especie de performance y espero seguir explorando esta dirección. Muchos espectadores han visto tanto las pinturas terminadas como los videos de su creación, y creo que esa capa adicional de memoria ofrece una dimensión más a la forma en que la obra puede interpretarse.


